Hay un estereotipo de cómo se ve
un criminal condenado en público.
Connor Stevens se ajustaba a este.
Su reputación lo precedía. Con un
cuerpo duro y vividos tatuajes dispersos alrededor de su piel, ciertamente
atraía las miradas de juicio de todos los conservadores estirados. Incluso yo
tenía esos mismos pensamientos… a pesar de lo bien que Blake hablaba de él.
Había prometido recoger a Connor
en prisión, donde había cumplido ocho años por homicidio. Cuando Blake murió,
tuve toda la intención de honrar nuestro acuerdo. Llevar a Connor a casa sería
mi último espectáculo de gratitud. Blake nunca reveló porqué Connor mató a un
hombre, y nunca tuve las agallas para preguntar. Siempre intimidada, y en
contra de mi mejor juicio, pronto me acostumbré a estar cerca de Connor, a
pesar de lo perverso que era. Aun así, me prometí desechar esos sentimientos a
toda costa.
Al menos pensé que lo haría. Hasta
que todo el infierno se desató…
Saltando de cabeza, disfruté del
tiempo pasado en la condena de Connor. Pero cuando fue arrojado al infierno, no
importó lo mal que estaba amarlo. Era irrelevante lo que había hecho… o porqué.
Llegué tirando y arañando, y me sumergí en el infierno con él, negándome a
dejarlo hasta que ambos saliéramos de la mano. Mi instinto era pelear.
Connor no ardería sólo.
Lo salvaría.
Alessa
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